*La capilla del “Pocito”, como se le conoce coloquialmente, resguarda un manantial de agua santa que, según la tradición católica, posee propiedades curativas para sanar cualquier enfermedad; un manantial de fe en el corazón de Tlaxcala
Nayeli Vélez
Tlaxcala, Tlax.- A unos metros de la imponente Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán, en la capital de Tlaxcala, se encuentra una pequeña capilla que sobresale de entre las calles empedradas y resguarda un manantial de aguas milagrosas que, según cuentan los relatos locales, es capaz de curar cualquier padecimiento y además, forma parte de uno de los relatos religiosos que dan identidad a la fe de los tlaxcaltecas.
La aparición mariana de la Virgen de Ocotlán en 1541, es el origen de esta tradición religiosa que se encuentra plasmada en siete amplios retablos al interior de la pequeña capilla, que muestran escenas religiosas con una fuerte simbología sobre el agua como instrumento de sanación y narran a detalle algunos paisajes sobre la aparición de la Virgen en aquel lugar.
Cuenta el relato que, un indígena llamado Juan Diego Bernardino buscaba agua para su gente, que en ese momento, padecía los embates de una epidemia de viruela. Fue el 27 de febrero de 1541 cuando la advocación de la virgen se le apareció, vestida con “huipil y tixtle” y le dijo “Yo te daré otra agua con la que sanarán todos los que de ella beban, porque mi corazón sufre al ver tanta desdicha”, y al momento brotó un manantial; la Señora continuó: “Toma de esta agua la que quieras y da de beber a tus enfermos; una gota bastará para sanarlos”.
Inmediatamente de sucedido este milagro, la gente comenzó a visitar el pocito con ferviente devoción, para beber el agua naciente directamente del manantial o para llevarla a su casas, como sucede hasta nuestros días.
No fue sino hasta 146 años de ocurrido el milagro en aquella ermita, que se decidió erigir un templo para resguardar el agua santa y aunque los registros históricos mencionan la existencia de una primera capilla en el siglo XVIII para proteger la fuente de agua bendita, fue el obispo de Tlaxcala Luis Munive y Escobar quien decidió erigir, en 1973, la capilla octogonal revestida de petatillo y con una cúpula de azulejo, tal como conocemos hoy en día.
El encanto de esta pequeña edificación, no menos importate que la imponente Basílica de Ocotlán, recide en las pinturas colocadas en su interior, que son obra magistral de dos prominentes artistas tlaxcaltecas: Pedro Avelino y el maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, en último gran muralista de México.
La capilla del pocito de agua santa se levanta como uno de los principales sitios de fe para los católicos de Tlaxcala y también para aquellos que vistan el estado, pues de acuerdo a las religiosas que cuidan el lugar, el agua no solo es curativa, también guarda una particularidad, ya que “todo aquel que beba agua bendita del pocito, esta destinado a regresar a Tlaxcala”.